¿Te “congelas” cuando te estresas? Te explicamos por qué

No se puede negar que el mundo es un lugar bastante estresante hoy en día. Desde la economía, pasando por caos políticos y conflictos que parecen no tener fin, están pasando muchas cosas en muchas partes, y, como resultado, muchos de nosotros estamos acostumbrados a sentirnos un poco abrumados. Pero, a pesar de ello, ¿estás familiarizado con todas las formas en que el cuerpo puede reaccionar al estrés? Probablemente hayas oído hablar alguna vez de la respuesta de “lucha o huida”, pero ¿sabías que hay una otra respuesta, también conocida como “congelación”?
Si alguna vez te has sentido entumecido ante una presentación estresante o una situación emocionalmente desafiante, sabrás de lo que estamos hablando. En respuesta a un estímulo estresante, podemos luchar, huir o simplemente detenernos. Cuando el sistema nervioso está sobrecargado de emociones y cosas que procesar, el cerebro puede “congelarse” como forma de autoprotección. Esta respuesta procede de la zona del cerebro que conocemos como sistema límbico e implica una serie de complejas reacciones químicas y neurológicas subconscientes, y es una antigua técnica de supervivencia para alertarnos y protegernos del peligro: una respuesta nerviosa automática activada por el cerebro.
A veces se desencadena por un acontecimiento estresante puntual, como en la naturaleza. Todos tenemos un sistema de defensa incorporado para protegernos de momentos de peligro, ya sea percibido o real. Pero otras veces, la vida moderna puede sobreestimular la capacidad del sistema nervioso y un acontecimiento insignificante puede ser la gota que derrama el vaso. Por lo general, la mayoría de la gente no experimenta esta respuesta de congelación; sin embargo, si una persona sufre ansiedad o estrés crónico, su sistema nervioso automático es más susceptible, así que ante una situación estresante o preocupante, el cerebro entra automáticamente en modo de supervivencia y se producen cambios fisiológicos en el cuerpo.
¿Cómo identificarlo? Probablemente experimentes un agobio total en el que ya no puedes pensar, puedes sentir que no puedes hacer nada frente a la situación, pero tampoco puedes escapar, así que no haces nada. Puede que tengas la boca seca, los músculos tensos o que sientas frío y la piel pálida. Cuando estás en modo congelación, puede parecer casi imposible actuar… Incluso si quieres hacerlo. Otros síntomas pueden ser la sensación de estar atrapado en cierta parte del cuerpo, pesadez en las extremidades, entumecimiento, disminución del ritmo cardíaco, contención de la respiración y sensación de miedo. La respuesta de congelación también puede hacer que te sientas más cansado de lo normal, con falta de motivación o con una sensación general de abatimiento. Como un botón de pausa personal, la respuesta de congelación del organismo puede dificultar el cumplimiento de las exigencias habituales de la vida. Esto conlleva sus propios problemas y provoca sentimientos de ansiedad, culpa y fracaso.
¿Cómo podemos descongelarnos? Pues empezando por reconocer nuestra respuesta al estrés y darnos cuenta de cuándo se dispara. Una vez que somos conscientes de los desencadenantes que pueden provocar estas respuestas, las técnicas de conexión a tierra pueden ayudarnos en ese momento. En primer lugar, hay que reducir nuestra exposición al estrés, y realizar prácticas como la atención plena, el yoga y la meditación, que ayudan a calmar la mente y facilitan la recuperación del estrés y la ansiedad. Si, por el contrario, eres una persona que ha vivido un acontecimiento traumático, entonces técnicas como la hipnoterapia puede ayudarte con tu subconsciente para aliviar el problema, así que no dudes en buscar ayuda profesional.
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