Si los derechos trans caen, todos caemos

Ya estamos en junio, mes del Orgullo, y lo cierto es que es un recordatorio de que estamos viviendo tiempos peligrosos. En los últimos años, las personas trans se han convertido en el blanco favorito de la derecha conservadora, usadas como chivo expiatorio para justificar leyes inhumanas y discursos de odio. Desde Estados Unidos hasta Europa y América Latina, los gobiernos reaccionarios han encontrado en la comunidad trans un enemigo fácil de demonizar: les niegan atención médica, les prohíben participar en el deporte, les arrebatan el derecho a usar su nombre legal. Y todo con un mismo objetivo: dividirnos. Porque cuando logran que la sociedad vea a las personas trans como “el otro”, como una amenaza, es más fácil seguir recortando derechos. Pero esto no es solo sobre ellas. Es sobre todos nosotros.
El Orgullo ya no puede ser solo una fiesta. Claro que celebrar nuestra existencia es revolucionario, pero si no pasamos de la celebración a la acción, nos quedaremos sin nada. Este mes (y todos los meses) debería ser un grito de guerra en defensa de las personas trans, porque son las más vulnerables, las que están en la primera línea de batalla. ¿Recuerdan Stonewall? Fueron mujeres trans, como Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera, las que tiraron el primer ladrillo. Les debemos los derechos que hoy disfrutamos, y abandonarlas ahora sería una traición histórica. No podemos permitir que su lucha quede en el olvido mientras nos conformamos con banderas arcoíris en las redes.
Hay algo que los políticos conservadores saben muy bien: si logran eliminar los derechos trans, el resto de la comunidad LGBTQI+ será la siguiente en la lista. Primero vendrán por el matrimonio igualitario, luego por las infancias queer, después por la adopción homoparental y más. Es una estrategia vieja: dividir para vencer. Nos quieren hacer creer que algunas vidas LGBTQI+ son “más aceptables” que otras, que hay una jerarquía de derechos. Pero no la hay. O ganamos todos, o perdemos todos. Porque cuando empiezan a decidir quién merece existir y quién no, nunca paran con el primer grupo.
Las personas trans no son un debate político, no son una “ideología”. Son seres humanos que solo quieren vivir en paz, trabajar, amar y ser quienes son sin miedo. Pero los discursos de odio las han convertido en un objetivo, en el monstruo imaginario que los políticos usan para distraer de sus fracasos. Mientras la gente discute si una niña trans puede jugar fútbol, los mismos que promueven ese pánico moral recortan pensiones, privatizan la salud y destruyen el medio ambiente. Es una cortina de humo. Y no podemos caer en ella.
La comunidad LGBTQI+ siempre ha sido más fuerte cuando está unida. No importa si eres gay, lesbiana, bi, no binarie o cis hétero aliado: si hoy permitimos que le quiten derechos a las personas trans, mañana vendrán por los tuyos. La historia nos lo ha demostrado una y otra vez. Los nazis no empezaron con los gays, empezaron con los más marginalizados. Los fascismos siempre prueban los límites, y si no resistimos juntos, seguirán avanzando. No hay “ellos” y “nosotros”. Solo hay un “nosotres”, y o nos salvamos todes, o nos hundimos por separado.
No esperes a que toquen a tu puerta. No te quedes callade porque “esto no va contigo”. Si los derechos trans caen, todos caemos. Y la única manera de evitarlo es luchar como nunca: donando a organizaciones trans, educando a quienes repiten discursos de odio sin pensar, saliendo a las calles, votando como si nuestra vida dependiera de ello (porque depende). El Orgullo nació como una revuelta. Es hora de recordarlo.
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