Róisín Murphy
Hit Parade
Si algo ha caracterizado la carrera de Róisín Murphy es que no da su brazo a torcer. Es cosa de mirar el artwork de Overpowered (2007), su segundo álbum como solista después de Moloko, en donde la irlandesa de 50 años se para indiferente al mundo que la rodea, férrea en su misión de hacer del pop un género glam y surrealista. Ese trabajo le valió un primer puesto como innovadora del dance-pop, a lo que volvió en 2020 con Róisín Machine, el cual junto a What’s Your Pleasure y Future Nostalgia ya es parte del canon del revival disco pandémico, a pesar de ser el menos digerible del pack. Murphy nunca ha obedecido a ningún prototipo, ni visual ni sonoro, y al parecer, tampoco frente a las demandas de la comunidad LGBTQI+, aquella que por décadas ha sustentado su carrera. A semanas del lanzamiento de Hit Parade, su sexta placa, se viralizó un posteo desde su Facebook personal en que se mostraba preocupada por el uso bloqueadores de pubertad en niños y preadolescentes, lo que naturalmente le costó el desprecio de varios dentro de la comunidad LGBTQI+. No ayudaron a la causa unas posteriores disculpas públicas donde se negaba a ceder frente al escarnio. Es comprensible, nos encontramos en un momento en que los derechos trans corren un riesgo inédito a nivel mundial bajo la ultraderecha. Las reacciones, aún así, han sido diversas: así como varios fans la han abandonado, otros dentro de la comunidad han seguido apoyándola y celebrando su éxito. La prensa también se ha mostrado dividida: mientras una crítica de The Guardian templaba las cinco estrellas que le dio a Hit Parade con un reproche a sus dichos, otros acusaban una misoginia hipócrita. No podía ser, según estos últimos, que censuráramos a una artista irlandesa por manifestar puntos de vista controversiales recién después de conmemorar a otra por lo mismo.
En fin, independiente de la postura, no hay por donde: el lanzamiento de Hit Parade se ha visto mancillado por la polémica. ¿La buena noticia? No ha sido suficiente para opacar la música. Con o sin chascarro, el hype que ha rodeado al disco está totalmente justificado. Concebido durante cinco años de forma remota junto al alemán DJ Koze, Hit Parade es un álbum vibrante, tan raro como familiar, de contrastes impensados que se sienten sencillos y divagaciones que nunca sacan de una sensación de euforia. Murphy demuestra una facilidad extraordinaria para mutar junto a la música y DJ Koze moldea su poderosa voz como si fuese plasticina. La cantante siempre ha experimentado con el house, el funk y el soul, pero en Hit Parade Koze ha tomado sus tendencias, las ha llenado de helio y hecho estallar en Technicolor.
Ibiza es una presencia sentida a lo largo del álbum y no necesariamente por sus fiestas. Murphy reside desde años en la ciudad baleárica junto a su pareja e hijos y en ese entorno, la vemos alejada de los clubes para contemplar la muerte y el amor de formas más directas de las que acostumbra. Los singles Coo Cool y The Universe pintan un romanticismo veraniego sin grandes rodeos. El primero suena más a California que al Mediterráneo, con marcados snares, soleados samples y Murphy armonizando libremente por los contornos vivos que dibuja Koze. El segundo es un corte de soul electrónico de guitarras nostálgicas y un ritmo casi bossa nova. A media canción, Murphy interrumpe una escena de romance para parodiar a una turista estadounidense, personaje que más adelante regresa para reclamar por estafa en el hilarante skit Crazy Ants Reprise. En un mundo post-Fyre Festival, Murphy viene de vuelta, y lo deja en claro a través de su conocido histrionismo.
Si incluso con algo de ironía, Coo Cool y The Universe representan la placidez del flechazo, en el resto de Hit Parade el amor se presenta un tanto más fatídico. Atrás ha quedado la ex elocuente que se paseaba por Let Me Know; para la Róisín que abre con What Not To Do, la intimidad significa quedar rendida al presente, y a un alto costo. ‘’Here I am hoping/Against hope’ ’(‘’Aquí estoy esperando, contra de la esperanza’’), ‘’I don’t wanna go outside’’ (‘’No quiero salir’’) son algunas de las frases que reverberan a través de la canción, mientras los subbajos, ominosos, puntúan la mezcla. Incluso en la más alegre Free Will Róisín pinta al amor y al libre albedrío como posibilidades irreconciliables. Digno del Soul Train, el track despliega seis generosos minutos de disco y funk etéreo, inaugurando una secuencia de tres temas houseros de duración extendida. Paciente con los BPM, el dub cósmico de You Knew contrasta sus texturas metálicas con las acusaciones que Murphy lanza a un amor inconsecuente. ‘’Your mere reactions/I take actions’’ (‘’Tus meras reacciones/Yo tomo acciones’’), lo increpa. Le sigue la sublime Can’t Replicate, seria candidata a las mejores canciones del año. Es un verdadero viaje de deep house, donde caben desde los clásicos pianos a secciones en que frecuencias altas coquetean con el ballroom. En las letras, Murphy se toma su tiempo para declararse a quien tiene en frente, aunque aún bajo la idea de que por real que se sienta un amor en el minuto, no garantiza que en realidad lo sea.
Fuera de la pista de baile, Murphy y Koze arriesgan y salen airosos. The House mezcla una melodía alt-pop con una producción que suena a unos Talking Heads ultra-saturados. Apasionada, Murphy estira su voz por las cumbres del autotune, asimilando quedar encerrada por fuera con lo apremiante de su vulnerabilidad. En Two Ways, un fascinante experimento en trap ultra-distorsionado, ofrece confianza a cambio de aceptación, mientras que en Hurtz So Bad no ya hay tregua que valga, del amor no queda más que errores y bombas en el correo. Aunque el track evoca levemente a Metronomy, suena único con su cóctel volátil de electro, breakbeats y funk, y sintes y bajos que se refractan en mil direcciones. Es otra que podría anotarse dentro de lo mejor del 2023.
En una entrevista, Murphy ha admitido que en vez de un producto, con Hit Parade buscaba crear una obra de arte que trascendiera el momento. Y lo ha logrado: en DJ Koze ha encontrado el partner ideal para reinterpretar sonidos tanto atemporales como actuales desde la curiosidad y la extrañeza. Hit Parade llega en el momento preciso en sus carreras: es una expansión natural de los experimentos house de Koze en su aclamado Knock Knock (2018) y un paso totalmente coherente de Murphy en su afán por fluir dentro del dance-pop. A ratos la sensación es similar a la de enfrentarse a los primeros trabajos de Björk en los 90, o a los de M.I.A en los 00: no por el sonido, si no por la facilidad con que se ejecutan toda clase de ideas dispares sin enredar el resultado. Siguiendo su intuición, Murphy ha creado un mundo que sólo ella podría hacer plausible: relajado pero con un halo de misterio, cálido en su centro pero con bordes inquietantes. En ese sentido, el arte de tapa de Beth Frey es un buen complemento a la música: con sus escenas que invitan a mirar a pesar de lo grotescas. Es una lástima sí, que a pesar del excelente material, Róísín Murphy hoy además sea notoria por su cancelación. Habrá que ver: para varios la música quizás no equivalga al perdón, pero otros podrían agradecer que, como en un sueño, Hit Parade opere en una realidad paralela a este mundo de tensiones y polémicas.
Escucha Hit Parade en su totalidad a continuación.
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