Review: Olivia Rodrigo, "GUTS"

Dos años después de haber sido catapultada a la cima del pop a la edad de 18 años, Olivia Rodrigo está de vuelta con GUTS, su segundo disco, en el que demuestra que no ha perdido nada de su talento para contar historias, sino todo lo contrario. La única diferencia es que sus tormentos ya no son los de una adolescente cuyo enemigo jurado tomó la forma de una licencia de conducir, sino los de una joven en la cúspide de la edad adulta, que relata con la misma precisión. Sabíamos que Rodrigo había envejecido y que ya no podría escribir sin parar sobre las angustias de la adolescencia como solo ella podía hacerlo. Pero seguíamos esperando que su nuevo trabajo no se alejara demasiado de su excelente primer álbum. Por fortuna, es así. El segundo álbum, en el caso de las divas pop, siempre es un bautismo de fuego: el momento en que el éxito meteórico del primer disco se revela efímero o sostenido, capaz de convencer a las masas, a la crítica y a las emisoras de radio. GUTS encuentra a Rodrigo justo ahí, con su longevidad viral y radiofónica que nunca ha sido fácil de atrapar, menos aún en este star system fragmentado, una economía pop impredecible en la era de las redes sociales. Por supuesto, este triunfo es especialmente admirable a la luz del nuevo disco, que nos trae otra capa de púrpura, idéntica a la portada anterior y otro conjunto de temas rockeros y baladas que no necesitaron de una reinvención incómoda de Olivia Rodrigo para conquistar al público.

Si bien su álbum debut ya era indicativo de una compositora con buenos instintos gracias a versos ricos en detalles emotivos, coros plenos y sedientos de grandes estadios (esos que Rodrigo podría haber agotado en su primera gira, si no hubiera optado por limitarse a teatros y auditorios), también se apoyó demasiado en el desamor, y casi siempre tocando una de dos teclas: pop-rock malcriado y baladas conmovedoras. En GUTS, de vuelta al país de los ex novios y los desequilibrios, Rodrigo eleva esos temas. Parte de la gloria vuelve a recaer en el productor Daniel Nigro, artífice pop de trabajos con artistas como Kylie Minogue, Carly Rae Jepsen, o Sky Ferreira. Sin embargo, y como debe ser, el mayor peso recae en las letras de Rodrigo, quien sigue llena de una perspicacia brillante y precoz a sus 20 años. El desamor ya no monopoliza todo un álbum, ni se ancla en la negatividad o el autodesprecio, dando un paso adelante para traernos su versión del espíritu de la venganza en temas como Vampire, el single de presentación del disco, que con un dramático vídeo ya se siente como una ópera rock con muchas ganas de soltarle un fuck you a esos ex que se lo merecen. A primera escucha, el resto del disco mantiene esta tensión interior entre perspectivas, permitiendo la distancia necesaria para reírse, por ejemplo, de su propia ansiedad social, de sus errores garrafales, de sus ganas de manipular, e incluso de admitir que el amor es una farsa sin sentido.

Los sentimientos desordenados y sorprendentemente complejos de la artista aparecen pista a pista en un caos inteligente: aunque los temas son en su mayoría pop-punk, no sigue las fórmulas comerciales, prefiriendo que las guitarras, las acústicas y la percusión sigan el palpitar emocional de la letra de las canciones, acelerando o ralentizando el ritmo según lo exija Olivia mientras va soltando sus confesiones venenosas. Las baladas sinceras como Logical y The Grudge realzan el paisaje sónico, pues nos recuerdan a la vulnerabilidad de Driver’s License, y nos gusta particularmente que se sientan transversales en lo que se refiere a la edad, pero también al género. Para Rodrigo, ser una mujer en este mundo es una experiencia diferente, tal como nos lo cuenta en Lacy, un tema con armonías delicadas y femeninas, que trata de la confusa (y común) relación con otra mujer que se siente como una piedra en el camino y homoerótica al mismo tiempo. Hay admiración, envidia, deseo y odio mezclados en una salsa agridulce existencial que representa lo que es vivir en un cuerpo femenino. Pretty Isn’t Pretty nuevamente nos recuerda las incomodidades de un mundo patriarcal, en la que Olivia nos recuerda que parecer atractiva nunca la hace sentirse lo suficientemente atractiva (I could change up my body and change up my face / I could try every lipstick in every shade / But I’d always feel the same / ‘Cause pretty isn’t pretty enough anyway).

Y sí, cuando tienes 20 años como ella, nada de lo que haces parece suficiente. En el álbum, Olivia también pone de manifiesto los dos temas más complejos del mundo: el amor y el sexo, admitiendo que se enamora de las personas equivocadas, que vuelve con su ex (Oh, yes, I know that he’s my ex / But can’t two people reconnect? / I only see him as a friend / I just tripped and fell into his bed), que se siente sexy, pero que no puede resolverse sexualmente, pues aunque los cuerpos se encuentran y se tocan, no hay plenitud. Más de una vez, Olivia dice sin rodeos que no puede ser lo que quiere ser para los hombres con los que mantiene relaciones: el amor es vergonzoso, el amor nunca es lógico. Tal vez el fraseo monótono dal mejor estilo de Luscious Jackson en Bad Idea, Right? sintetice buena parte del disco: And I told my friends I was asleep / But I never said where or in whose sheets. Una de nuestras canciones favoritas es Ballad of A Homeschooled Girl, que ilustra todo lo que hace vibrar a esta cantautora con una melodía pegajosa y una guitarra saturada que inconscientemente te hace mover la cabeza, por no mencionar una letra colorida, a veces desordenada, y teñida de humor: Everythin’ I do is tragic / Every guy I like is gay / The morning after I panic / Oh, God, what did I say?. El álbum cierra con Teenage Dream (muy lejos del idilio pop de Katy Perry) que es una balada in crescendo para la que Olivia Rodrigo ha demostrado que tiene la receta perfecta, y en donde nos recuerda que pese a los éxitos y a la fama, apenas está comenzando su camino. I’ll blow out the candles, happy birthday to me / Got your whole life ahead of you, you’re only nineteen / But I fear that they already got all the best parts of me.

Desde sus inicios, uno de los puntos fuertes de Olivia Rodrigo es su capacidad para contar una historia a su público con un sentido del detalle que hace que sus canciones se sientan cercanas, relatables. Esto lo logra nuevamente en GUTS, una producción que supera con creces cualquier temor del síndrome del segundo álbum. Manteniendo sus influencias de los 90 intactas desde las letras hasta el mood malhumorado, rebelde y feroz de las mujeres que marcaron esa época. El mayor reto que le espera a Olivia de ahora en adelante, es saber crecer bajo la lente de la opinión pública y mantenerse fiel a sí misma como cantautora. Si bien esta colección de temas no se aleja demasiado de su disco debut, Olivia supo rescatar un modelo de purga emocional listo para cantar, retomado por millones de fans en TikTok y obviamente, dado su éxito, tarareado por varios adultos a escondidas. Esperábamos que el nuevo álbum de Olivia Rodrigo fuera tan bueno como el primero. ¿El veredicto? Misión cumplida.

Escucha GUTS en su totalidad a continuación.