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Album Reviews

Kendrick Lamar

Mr. Morale & The Big Steppers

Portada del álbum "Mr. Morale & The Big Steppers" de Kendrick Lamar.
9.5
Words Mirangie Alayon

Mientras que más arriba en el continente se lleva a cabo la batalla judicial más publicitada de la década, Young Thug está detenido por nada menos que 63 cargos criminales, Jack Harlow fue metafóricamente acribillado en la última crítica de Pitchfork, y el derecho humano básico de acceso al aborto está siendo cuestionado en el país de la “libertad”, Kendrick Lamar hace su regreso con Mr. Morale & the Big Steppers; casi cinco años después del magnífico DAMN., que seguía una verdadera racha de álbumes de culto y temas hechos en Compton, y que le dio un premio Pulitzer. ¿En el programa? Piano, gospel y collabs que llegaron con un discreto anuncio, la portada del álbum, un single, y poca promoción. La producción está dividida en dos: nueve temas para Mr. Morale y otros nueve para The Big Steppers. En total, son 73 minutos de sonido los que nos ofrece el rapero californiano.

La anticipación por este disco fue salvaje, y al escucharlo, lo primero que hay que decir es que nunca hemos escuchado a Kendrick Lamar ser tan íntimo: está en plena confesión, de principio a fin. En la primera canción, United In Grief, dice que fue a terapia y el álbum parece ser una extensión de la introspección que hizo. Es abrumador. El lado funky y jazzístico de To Pimp a Butterfly no está tan presente, como tampoco lo está el lado más pop de DAMN., aunque hay excepciones como el sampleo de Florence + the Machine en We Cry Together. Esta vez, K-Dot es más orquestal, se oyen cuerdas y mucho piano. El ritmo es como una montaña rusa de una canción a otra, y quizá por eso se escuchan 18 canciones sin pausa y sin pesadez, y no hay tiempos muertos. Es su disco más digerible, instrumentalmente hablando, a la vez que muy pesado en las letras, lo que nos da un contraste que se mantiene hasta el final en donde legamos a las últimas notas de Mirror y Kendrick dice por última vez: I choose me, I’m sorry. Palabras pesadas cuando acabamos de prestar atención a su vía crucis, como portador de la corona de espinas de la portada y quien repasa sus pecados y los del mundo que le rodea. Se enfrenta a los racistas, a los santurrones, a los que quieren cancelar a todo el mundo, a los misóginos, a los homófobos y hasta a las personas transfóbicas, todo a través de experiencias muy cercanas.

Musicalmente, Lamar se rodea de colaboradores que conoció en el estudio durante la grabación de sus anteriores álbumes, como Pharrell Williams (en la futurista y arenosa Mr. Morale), Sounwave, y varios otros artistas. Solo el pianista, compositor y arreglista Terrace Martin está ausente, y eso se nota en la construcción sonora, que a veces está más cerca de la música contemporánea (como en la producción vanguardista de Worldwide Steppers) que del jazz, del que todavía hay algunas bellas huellas, por ejemplo en el piano del desconcertante tema de apertura United in Grief. El primero de los dos discos es el más abrupto, pero cada una de las dieciocho canciones del doble álbum contiene joyas que piden nuestra atención y nos obligan a pensar. Como siempre, lo más importante es la dimensión confesional de sus letras, en las que Lamar utiliza su propio entorno para entender el mundo que le rodea. I come from a generation of home invasions and I got daddy issues, that’s on me / Everything them four walls had taught me, made habits bury deep, confiesa en Father Time, en la mitad del primer disco. El pasaje más inquietante del álbum llega poco después: We Cry Together, un dúo con la actriz Taylour Paige que nos lleva a través de una disputa matrimonial con palabras violentas; de repente ya no estamos escuchando una canción, sino presenciando una escena de teatro. La canción es importante al final del primer disco, pero difiere del segundo disco, generoso con temas más acogedores y más conmovedores, como Auntie Diaries, una canción que puede que se convierta en una de las mejores de su repertorio, y por eso se merece un párrafo entero.

En Auntie DIaries, el ritmo es suave pero constante, y el tono de Lamar es conciliador, hablando más que rapeando mientras detrás de él, vagos sonidos de violín pasan subrepticiamente para no distraernos de lo que el rapero nos está contando: la historia de su tía que se convirtió en hombre trans, y de Demetrio (un personaje mencionado en su primer álbum) que se convirtió en Mary-Ann, y la influencia que estas personas tuvieron en él. My auntie is a man now / I think I’m old enough to understand now, dice en esta letra que trata tanto de la tolerancia hacia los miembros de la comunidad LGBTQI+ como del poder de las palabras para herir, a veces a los homosexuales, a veces a los negros. Todo lo relaciona con el infame incidente de mayo de 2018 cuando invitó a dos fans, una de ellas blanca, al escenario para rapear un poco de la canción m.A.A.d city y ella dijo la letra de la canción, incluyendo la palabra nigga, lo que llevó a Lamar a interrumpirla en el escenario, sermoneándola. De todos modos, la cuestión es que devuelve esta anécdota poniendo en evidencia sus propios comportamientos. Aprovecha para despellejar a mucha gente en el proceso, incluyendo a su propia familia y a la Iglesia como institución: es una obra audaz, sorprendente y particularmente poderosa. Cuando Lamar levanta la voz y los violines se unen en el último tercio, está garantizado que tengas escalofríos, interrumpidos por uno de los punchlines más feroces de la historia del rap:

You said, “Kendrick, ain’t no room for contradiction / To truly understand love, switch position / ‘Faggot, faggot, faggot,’ we can say it together / But only if you let a white girl say ‘Nigga’

Mr. Morale & the Big Steppers también está repleto de colaboradores. El cantante británico Sampha suena magnífico en Father Time; Summer Walker y Ghostface Killah brillan en Purple Hearts, y el primo de Kendrick, Baby Keem, está por todas partes, pero más concretamente en el llamativo Savior, mientras Beth Gibbons, el alma de Portishead, suena como un ángel oscuro en la conmovedora Mother I Sober, uno de los puntos álgidos del álbum, en el que Lamar parece aludir a la polémica presencia en el álbum del rapero condenado por agresión sexual, Kodak Black, en las canciones Silent Hill y Worldwide Steppers. Hacia el final de Mother I Sober, Lamar rapea: I know the secrets, every other rapper sexually abused / I see ’em daily buryin’ they pain in chains and tattoos / So listen close before you start to pass judgement on how we move. Donde Kanye West se mostró fácilmente provocador al invitar a Marilyn Manson y a DaBaby a colaborar en sus proyectos, Kendrick Lamar invita a Kodak Black a intentar, como él, comprender el origen de los comportamientos problemáticos, tanto los suyos como los de sus semejantes. Nombrar, comprender, aprender, corregir: el hilo conductor de las dieciocho canciones de Mr. Morale & The Big Steppers.

Todos sabemos que los álbumes de Kendrick Lamar son extraordinarios, y esta no es la excepción. Puede que no te gusten todas sus canciones, pero todas tienen su razón de ser. Después de cada uno de sus tres últimos discos, nos preguntamos: ¿qué puede hacer ahora? Y lo cierto es que con este disco, nos superó en la capacidad de anticipar de lo que es capaz de hacer. Lamar sigue siendo el dueño del trono. Hay algo fascinante en ver a un artista que nunca se repite, que evoluciona, y que siempre mantiene un nivel de excelencia como lo hace. El de Compton sigue haciendo obras monumentales. No hay otra forma de hablar de Mr. Morale & the Big Steppers; un álbum rico que consigue encapsular muchas de las tensiones sociales que han estado flotando en el aire en los últimos años. La complejidad de las letras, la música que lo acompaña y la impecable entrega de Kendrick hacen que este disco sea de obligada escucha, con toda su visión rica y coherente de un mundo complejo y caótico que se vuelve confesión y rima.

Escucha Mr. Morale & The Big Steppers en su totalidad a continuación.

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