Caroline Polachek
Desire, I Want To Turn Into You

Como todo buen pop, el de Caroline Polachek logra llamar la atención a las primeras escuchas. A diferencia de otro pop, el suyo es más críptico; Caroline es una artista a la que le importa tanto lo melódico como hacer que pienses y ates cabos sueltos. La neoyorquina de 38 años se ha vuelto reconocible por su voz elástica, entrenada en bel canto, que manipula a su antojo: ya sea zambulléndose desde el registro más alto al más gutural, torciéndola a través del autotune o como en los primeros segundos de este disco, aullando a lo banshee. Quizás sea menos conocida por su lado más cerebral, al menos desde que se convirtió en telonera del Future Nostalgia Tour de Dua Lipa. Por ejemplo, poco después de terminar con su banda Chairlift en 2017, bajo sus iniciales CEP, lanzó Drawing the Target Around the Arrow, un álbum de instrumentales que compuso usando sine waves, según ella, para ayudarla en tareas cotidianas, como contestar emails o cuando iba apurada en el tren. En la obra de Polachek, tanto el lado más intelectual como el más visceral de la música, lo más puramente pop con lo avant garde, el humor y la tragedia conviven con una soltura que poco se ha visto antes. Incluso Kate Bush y Björk han sido bastante más difíciles de abarcar, y eso que son sus predecesoras no solo en lo más obvio (las piruetas vocales, las influencias esotéricas) si no también en alcanzar el punto exacto entre extrañeza y accesibilidad. La magia de Caroline desde que su carrera floreció el 2019 con el disco Pang ha sido mostrarse tan relatable como abstracta. Y Desire, I Wanna Turn Into You, su segundo álbum como solista de pop, reúne de la forma más maximalista posible todas sus contradicciones.
Estamos ante un disco que abraza la contaminación en el mejor sentido de la palabra: que se propone disolver con intensidad fronteras, entre continentes, eras y estilos, además de esas más invisibles, que nos separan de otros cuerpos. Risas y gritos lejanos, grabados de incógnito, se cuelan de forma aleatoria, hay menciones alegres al ‘’amor violento’’ que conecta a Caroline con una amiga que pasó a otro plano, pero el mayor indicio está deletreado en el título mismo del álbum, Desire I Wanna Turn Into Yo ( Deseo, Me Quiero Convertir En Ti). ¿Cómo sería posible transformarse en algo como el deseo, fuerza y motor de los que a la vez somos esclavos? Caroline se pregunta sobre esa rara alquimia, y sus intentos por conseguirla están desparramados a través del álbum. Olvídense de un universo como el de Pang, que aunque intrigante, como en la caja de un puzzle aparecía ya perfectamente formado: una estética surrealista a medio camino entre Emily Brontë, las cartas Magic the Gathering y realidad virtual. Aunque de Pangtrae de vuelta a Danny L. Harle como productor, el panorama tanto estético como musical de Desire es mucho más disperso: sin ir más lejos que sus propios singles de adelanto, cada uno más distinto que el anterior y donde los visuales ya repartían simbolismo por doquier.
El rollout partió recién a mediados del 2021, tras el lanzamiento de la indescifrable Bunny is A Rider. Una gruesa línea de bajo funk, beat mínimo, silbidos y samples vocales (incluyendo la risa de la hija pequeña del productor Danny L. Harle) y un coro donde Caroline parece haber tomado nota de The Corrs (aparte de rendirles un cover), No casualmente, las letras aluden a Alicia en el País de las Maravillas; al igual que el universo de Alice, la canción mezcla ágilmente elementos que en el papel no juntan ni pegan y el resultado se vuelve extrañamente familiar. Es el momento más cercano al Top 40 que ha engendrado Caroline, y lo fascinante es que ni siquiera necesitó una receta. Luego tenemos la más reciente Welcome To My Island. El track suena a una colaboración idílica entre Yellow Magic Orchestra y Pat Benatar, reluciendo por su producción nítida, futurista y donde el hook compite con el del otro gran hit new wave que nos ha regalado Caroline. Entre los otros singles se cuenta el pop flamenco de Sunset, fresco e inmediatamente conmovedor, el downtempo vívido de Blood and Butter, que alterna secciones de fuerte guitarreo acústico con otras de influencia celta, y por supuesto, el más épico de todos, Billions. Desde que comienza con su hipnótico groove y reminiscencias árabes, además de unos efectos vocales y ad libs que van girando la mezcla hacia lo engañoso, la canción nos introduce en un paisaje anónimo y ajetreado, como lo sería una calle o estación cualquiera del siglo XXI. En noviembre del 2022, la tierra alcanzó un excesivo octavo billón de habitantes, hecho sobre el que Caroline no se vuelca al pesimismo típico de nuestra era, ni siquiera a la sátira. La simbología que emplea incluye cuerpos biónicos, el cuerno de la abundancia y un corredor de bolsa, pero la canción termina con un coro infantil armonizando I never felt so close to you. Claramente, Caroline se siente parte del caos mundo moderno como para criticarlo desde afuera y como antídoto, reclama una cercanía radical.
Como el vino, cada uno de estos singles suena aún más vibrante en el contexto del álbum, probando que los riesgos que Caroline con la promoción del álbum no han sido en vano. De todos modos, resulta algo frustrante llegar a Desire habiendo escuchado ya la mitad de los tracks, e incluso así, el resto del material corta cualquier ilusión de hilo conductor. Hay guiños al garage y el 2-step británico comercial de principios de los 00, pop sinfónico a lo Burt Bacharach, atmósferas tropicales, campanas medievales, más minimalismo percusivo (como en la sombría pero majestuosa Crude Drawing of An Angel) y una sólida influencia de William Orbit en la producción de Harle (el de Ray of Light, también el de Pure Shores). La única coherencia se encuentra en la curiosidad inagotable de Caroline, en cómo se plantea llenar sus canciones de recovecos sin jamás perder el foco del pop. Por ejemplo, el trip hop viajado de Pretty in Possible trae recuerdos (favorables) del Moby de Porcelain, pero su estructura es huidiza; Caroline recurre a su truco de inaugurar con una melodía simple para luego esconderla y esparcirla libremente a lo largo de la canción. Hay una lucha recurrente entre la pulcritud y el vértigo: como en el drum’n’bass bubblegum de I Believe, un track que se balancea por distintos peaks emocionales hasta llegar a un clímax donde Caroline donde exorciza sin vergüenza a su Bonnie Tyler interna. Como en otros momentos del álbum, es difícil de tomar en serio, aunque tampoco es preciso decir que raye en lo camp. La tierna Fly to You ocupa otra base d’n’b, esta vez más rápida, y la producción aquí es plenamente inmersiva y etérea, propulsada por estelas de eco, bajos sutiles y unas reflexivas cuerdas digitales. El único feature del disco, empalma con una lógica propia la melodía twee de Grimes, otra más serena cantada por Dido y la emoción pura del hook central de Caroline. Una canción que apunta a la yugular en cuanto al tema de los reencuentros, y donde tres artistas con estilos tan únicos se crucen como en un sueño, es solo más prueba de la astucia del álbum.
El eclecticismo de Desire I Wanna Turn Into Yousólo podría venir de una artista como Caroline, que admira tanto a Haendel como a Young Thug, que puede con la misma facilidad componer un aria para una ópera sobre Kurt Cobain, colaborar con Flume y escribir una canción para Beyoncé. Aunque no sea un disco especialmente fácil, y de hecho hay poco que sugiera algún tipo de narrativa (ni siquiera un sonido) sus recompensas son extensas para quien esté dispuesto a desentrañarlo y contiene otras más inmediatas a nivel emocional. Caroline inscribe presencias, libertades imposibles, deseos de trascendencia, momentos livianos y pensamientos menos confesables como quien dibuja un manuscrito. Y si bien el lenguaje es a menudo poético o surge algo encriptado, lo que evoca a nivel musical es transparente. Incluso las composiciones y producciones más intrincadas de Desire no oscurecen lo central: el impacto de la voz y las melodías. Asimismo, el disco está lleno de pequeños momentos de genialidad pop: el coro gigantesco de Welcome To My Island, la advertencia que repite en I Believe, los casi mantras que cruzan Billions. Una de las letras de Sunset resume el meollo del disco: Another spiral brings me up to your arms again (Otra espiral me lleva nuevamente a tus brazos). En el mundo de Caroline, para alcanzar la gloria, vale la pena enredarse un poco.
Escucha Desire, I Want To Turn Into You en su totalidad a continuación.
Despues de leer, ¿qué te pareció?
-
-
-
7Lo amé
-
-
-