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Album Reviews

Blur

The Ballad of Darren

Portada del álbum "The Ballad of Darren" de Blur.
8.8
Words Mirangie Alayon

Durante los años 90, Blur amplió los límites de lo que podía ser una banda de pop. Más allá de rivalidades en las carteleras con Oasis, la fuerza de este cuarteto estuvo en una evolución musical que culminó justo antes del cambio de milenio con 13, una pequeña joya de pop vanguardista. Después de Think Tank, grabado como trío tras la marcha del guitarrista Graham Coxon, podríamos decir que Blur se dispersó en el viento. Desde entonces se han reunido innumerables veces, la mayoría sobre el escenario, así que saber que iban a volver a la tarima no era realmente inesperado. Pero saber que lo harían con el primer álbum de la banda como cuarteto desde 1999 (recordemos que The Magic Whip, de 2015, fue concebido durante unos días de tiempo muerto en Hong Kong y posteriormente recopilada por Coxon) sí que fue inesperado, porque a estas alturas, sus cuatro integrantes podrían haber continuado con sus respectivas ocupaciones: hacer pop de dibujos animados y óperas en París (Damon Albarn), tocar la guitarra para soundtracks de series (Graham Coxon), elaborar sidra y queso azul (Alex James) o ser concejal laborista del condado (David Rowntree). Pero pese a los pronósticos, la semana pasada dejaron caer The Ballad of Darren, su noveno álbum de estudio.

The Ballad of Darren nació durante una gira estadounidense con Gorillaz el año pasado. Al principio, Albarn mantuvo en secreto las maquetas grabadas en su sala de conferencias, incluso para el resto de Blur. A finales de año, presentó 20 canciones a la banda y les pidió que eligieran sus favoritas. La espontaneidad hizo el resto, y el resultado es The Ballad of Darren. Su portada es una foto de Martin Parr que aparentemente representa la contrapartida desilusionada de la juventud despreocupada de la portada de The Great Escape, publicado hace casi 30 años, y que nos ofrece otra de esas grandes postales del mundo que Blur son tan buenos creando. Su título es oficialmente una referencia al amigo íntimo de la banda, Darren Evans, y al escucharlo se siente como que el cuarteto mira hacia atrás en su carrera. Lo que más llama la atención son los sonidos melancólicos en temas como The Ballad, que abre el álbum, donde las cuerdas y los coros rodean a Albarn y su reconocible voz. Aunque Blur evidentemente son reconocibles al instante ya sea por la fragilidad y vulnerabilidad de sus voces, sus guitarras distorsionadas o sus líneas de bajo, reducirlos a creadores canciones pop escritas en los 90 sería un grave error: durante su carrera, Albarn y compañía han sabido ofrecernos capas de complejidad, riqueza, creatividad y caos en un envoltorio sonoro absolutamente genial que podríamos comparar a sus colegas del britpop de Sheffield, Pulp, quienes construyeron temas pop que criticaban a la sociedad y sus neurosis, pesares y miedos, todo con un toque sensual gracias a Jarvis Cocker.

Pero hay algo importante que decir aquí: la nostalgia de los 10 tracks que conforman The Ballad of Darren no es la de unos músicos que se quedaron en el pasado, y por el contrario, Albarn y compañía se reinventan un poco un estilo en el que el cuarteto se siente cómodo mientras que mantienen la fórmula que les llevó al éxito: temas cortos, dinámico, contundente e inmediatos como St. Charles Square, que suena tan intrínsecamente a Blur que no podemos evitar pensar que el disco se siente como el final de algo, y es difícil no pensar que esta producción podría ser un excelente final para la banda… si así lo desean. Mientras tanto, temas como Avalon, con sus ritmos cambiantes, es un un momento suspendido entre el pasado y el futuro. Al principio del tracklist, Barbaric comienza con sonidos electrónicos que dan paso a la guitarra y a la alegría de volver la vista atrás sobre el camino recorrido, y es uno de los mejores momentos del álbum gracias a un coro pegajoso donde detaca el bajo de Alex James y una letra que dice: I have lost the feeling that I thought I’d never lose / Now where am I going? / At what cost, the feeling that I thought I’d never lose / It is barbaric. The Narcissist, el primer single, es la banda sonora perfecta para resumir el álbum, pues cada uno de ellos aporta su propia especialidad: desde la perfecta narración establecida por un barítono cada vez más magistral de Albarn, una línea de bajo de James y una batería de Rowntree que transportan visceralmente al oyente, y el sonido de la guitarra de Coxon siempre ligeramente distorsionado para recordarnos su importancia en una banda a menudo reducida, erróneamente, al simple nombre de su frontman.

Como la combinación de una caja de ritmos y unos arpegios que crean un pop claro sin caer en el revival ochentero, Blur nos lleva a la pérdida, esta vez a nivel emocional (I have lost the feeling that I thought I’d never lose) con la conmovedora The Everglades, dedicada a Leonard Cohen, que comienza como una balada acústica inspirada en The Beatles. Por su parte, Goodbye Albert nos da una probadita de esa fórmula, ese savoir-faire de la banda con sus sintetizadores de los años 80. Pero el álbum remonta en la recta final: Far Away Island consigue sumergirnos en un tempo de vals antes de que llegue The Heights, que abre con una guitarra acústica que suena al Bowie de principios de los setenta y termina en saturación, pero también con una nota de esperanza (I’ll see you in the heights one day / I’ll get there too / I’ll be standing in the front row / Next to you). El álbum es el de un Albarn mirando al pasado y al presente, constatando lo que se ha perdido (las emociones, la gente) para rebotar en optimismo, algo que se agradece. The Ballad of Darren es un álbum de mediana edad, y funciona gracias a un tono general de suave tristeza, así como la forma en que coquetea con el déjà vu sin caer de cabeza en él es casi el epítome de la carrera de la banda. Donde otros han practicado el giro de 180 grados, con la esperanza de que un nuevo público sustituyera a la fracción de fans que habían dejado atrás, Blur siempre ha conseguido evitar la repetición sin aislarse de su base.

En su noveno álbum, el más corto hasta la fecha, Blur representa su propia historia, pero también a una banda completamente nueva. Los integrantes se elevan mutuamente a alturas inesperadas: La voz de Albarn adquiere nuevas cualidades, mientras Coxon, que “salvó” a la banda cuando dieron el mayor paso de su carrera desde el ligeramente salvaje The Great Escape al sorpresivo Blur de 1997, emerge una vez más como uno de los mejores guitarristas pop de su generación, y se siente que más que tocar, pinta las notas con si guutarra. Cuando Blur está más en armonía, no solo nos hace ver todo lo que han hecho hasta la fecha, sino nuestra propia evolución junto a ellos. ¿Qué más puede pedirse? Blur es gritar la letra en Song 2, cantar el la la la de For Tomorrow y soltar algunas lágrimas con Tender o The Universal. Confinados durante mucho tiempo a una camisa de fuerza britpop que era demasiado estrecha para ellos, este regreso que cierra de alguna manera el círculo, marcando la atemporalidad de su música con pop inteligente y audaz que arroja una mirada aguda sobre lo que les rodea. Como siempre, Blur se inspira en sus experiencias pasadas, hacen balance de ellas, y contemplan el mundo, constatando su incapacidad para cambiar el caos, pero consiguiendo extraer toda su belleza. Qué bueno es tenerlos de vuelta.

Escucha The Ballad of Darren en su totalidad a continuación.

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