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Album Reviews

Beyoncé

COWBOY CARTER

Portada del álbum "Cowboy Carter" de Beyoncé.
8
Words Mirangie Alayon

Hace unos años, Beyoncé tuvo la experiencia de no ser bienvenida, y se lo dejaron muy claro. En el 2016, mientras cabalgaba una de las olas más grandes de su popularidad con el disco Lemonade (sin duda el mejor de ese año), Bey se presentó junto a la agrupación The Chicks en los Country Music Awards para presentar su sencillo Daddy Lessons, en el que se adentraba en el género country, una de las joyas escondidas de ese álbum. Alguien como Beyoncé en su mejor momento esperaba por supuesto una buena recepción en la ceremonia de premios. En su lugar, fue recibida con miradas de extrañeza, de rencor, uno que otro abucheo, e incluso, con algunos artistas country estadounidenses abandonando la sala. Tras la experiencia, en lugar de alejarse por completo del country, se sumergió en la historia del género. El resultado es su nuevo disco, COWBOY CARTER, segundo capítulo de la trilogía que comenzó en el 2022 con RENAISSANCE. Aún así, la oriunda de Houston, Texas dejó claro que este proyecto no era un “álbum country” como tal, sino “un álbum de Beyoncé“: una Beyoncé que no se pone límites musicales, poniendo en juego este extenso álbum conceptual country, en donde también balancea géneros como soft rock, blues, hip-hop, R&B y house. De esta manera, COWBOY CARTER representa la idea de Beyoncé de esta cultura musical que contribuye a definir la identidad estadounidense y en cuyo centro la artista pretende recordar y reafirmar, la contribución de los artistas afroamericanos: una aproximación similar a lo que hizo en RENAISSANCE, que destacó el trabajo de los negros queer que dieron forma a al house.

COWBOY CARTER se siente como un magnum opus ambicioso de 80 minutos, cuya efectividad depende de la afinidad del oyente por un poco de yeehaw y su deseo de investigar un poco. Si bien a primera escucha para los fans de la artista el disco sea probablemente un clásico instantáneo, lo cierto es que este álbum no trata solo de la música. En Instagram, la cantante explicó: “Este álbum es fruto de más de cinco años de trabajo. Nació de una experiencia que viví hace varios años, durante la cual no me sentí bienvenida… Y fue muy claro que no lo era. Pero esta experiencia me empujó a profundizar en la historia de la música country y estudiar nuestros ricos archivos musicales. Es bueno ver cómo la música puede unir a tantas personas en todo el mundo, al mismo tiempo que amplifica las voces de algunas de las personas que han dedicado gran parte de sus vidas a enseñar nuestra historia musical”. La música country en Estados Unidos a menudo ha sido hostil hacia los artistas afroamericanos, incluso cuando toma prestado de la música negra: Por ejamplo, el banjo, el instrumento estrella de los músicos country, es proviene del laúd ekonting africano y traído por los esclavos. Si bien los artistas country negros siempre han existido, nunca han tenido el mismo éxito en las listas que los artistas blancos por razones obvias: el género siempre ha estado teñido de racismo. Pueden preguntarle a Lil Nas X lo que sintió en 2018 cuando lanzó Old Town Road y la convirtió en un éxito, solo para que Billboard no la incluyera en sus carteleras country por no tener “suficientes elementos propios” del género musical. Las instituciones ultraconservadoras siempre buscarán mantener la música country como un bastión reservado a los hombres blancos, pues ni siquiera mujeres que se salgan un poco del patrón como Kacey Musgraves son bien recibidas en la industria de Nashville y más allá.

Así que COWBOY CARTER sirve como una reapropiación de los códigos de la cultura del Lejano Oeste por parte de Beyoncé. Sin duda el disco tiene un trasfondo político en el sentido de que nos muestra un deseo de restablecer la figura del vaquero negro, cuando este un hombre blanco en el inconsciente colectivo, pero lo hace bajo una capa de barniz ultra brillante, con una portada impecable y muy norteamericana, con peluca rubia, con una Beyoncé de aspecto inalcanzable y distante… y algunas letras que están muy lejos del corazón del country, muy arraigado en la clase pobre y trabajadora. Es a veces un conflicto ver a Beyoncé reafirmando las raíces afroamericanas del género invitando a músicos legendarios y escuchar también letras de canciones como SWEET ★ HONEY ★ BUCKIIN’ en la que hable de cómo todavía no se ha ganado el Álbum del Año en los Grammys entre Cadillacs y Bugattis, y le ofrece unos tiros a Jolene por ver demasiado a su esposo. Pero como ella dice; esto es un disco de Beyoncé, no un disco country. Tal vez así justifica tener a Post Malone de invitado y no a Lil Nas X, y a Miley Cyrus y no a Tracey Chapman. Pero está bien, un disco de Bey también se trata de atraer al mayor público posible y vender la mayor cantidad de copias. Así que la nativa de Houston arranca con el poderoso tema AMERIICAN REQUIEM, que regresa a la dura y francamente racista recepción que muchos tuvieron reservado para ella cuando interpretó su canción Daddy Lessons en la gala televisada de los Country Music Awards. Toda su motivación está aquí, e inmediatamente después, nos invita a sentarnos alrededor de su guitarra acústica a las voces de cuatro jóvenes músicos country negros (Tanner Adell, Tiera Kennedy, Reyna Roberts y Brittney Spencer) que armonizan magníficamente en esta versión de BLACKBIIRD, de The Beatles, que Paul McCartney compuso en 1968 para honrar el Movimiento de los Derechos Civiles en EE.UU., y que Bey utiliza como homenaje a los Nueve de Little Rock, un grupo de estudiantes negros a quienes se les prohibió asistir a una escuela secundaria de Arkansas debido a su color de piel.

Tras estos dos puñetazos, la caravana musical comienza a descarrilarse un poco: pasamos del neo-country-R&B de 16 CARRIAGES al folk de PROTECTOR y luego traernos al icónico Willie Nelson, presentador del programa Smoke Hour en la estación de radio ficticia KNTRY. De las 27 canciones del álbum, 6 o 7 cuentan como interludios; Dolly Parton le deja un mensaje de voz a Bey que sirve para presentar su relectura del clásico JOLENE, cuyo texto Beyoncé modificó de pies a cabeza: ya no trata de una mujer pidiéndole a otra que no le quite a su hombre, sino diciéndole que se lo piense dos veces porque tiene una escopeta y no tiene miedo a usarla. Más adelante, es el icono del country negro Linda Martell quien presenta la increíble YA YA, con texto y melodía original que samplea Good Vibrations de The Beach Boys, cantada con una muestra de These Boots Are Made for Walkin’ de Nancy Sinatra. Al unir así la historia del pop y el country a lo largo de los últimos 60 años, desde The Beatles hasta Sister Rosetta Tharpe, Beyoncé se sitúa al lado de las historias de estos géneros musicales para formar este mural musical aún más ambicioso que Lemonade, pero también más disperso. Así, el ritmo trap (pero suave) de SPAGHETII, en el que colabora la joven estrella del country Shaboozey, destaca en este mix de canciones acústicas, generalmente introspectivas, bañadas en cálidos arreglos vocales gospel. Beyoncé había prometido sorpresas en este álbum, y aunque los fans de Lady Gaga se quedaron con las ganas de escuchar la segunda parte de Telephone, Bey decidió incluir en este homenaje a los artistas negros del country a Miley Cyrus y Post Malone. El dúo con Cyrus, titulado II MOST WANTED, suena a éxito absoluto con un balance de voces y talentos. Incluso Post Malone suena como un muy buen cantante en LEVIIS JEANS. Más adelante nos regala una sucesión de canciones más bailables como RIIVERDANCE y II HANDS II HEAVEN con ritmos house, rap y R&B. Para cuando llegamos a AMEN, se siente como que recorrimos el Lejano Oeste de punta a punta, pero en una limosina. Hay momentos brillantes de producción en donde escuchamos hasta ópera, pero no vamos a mentir: 27 temas se hacen largos para cualquiera.

Con COWBOY CARTER, Beyoncé demuestra que es capaz de brillar en todos los estilos, incluso en la música a menudo considerada “blanca” en Estados Unidos, solo para recordarnos que los orígenes de ese país son negros. Bey sabe cómo sacudir los cimientos del Estados Unidos conservador, y con este álbum, la cantante da en cierto modo su respuesta, aunque los críticos que la llaman una “turista” del género country van a terminar teniendo la razón hasta cierto punto: ¿se ve Beyoncé a sí misma incorporando el twang y el folk y el banjo de manera constante en su repertorio? Está por verse. Pero lo cierto es que con 27 canciones, COWBOY CARTER se suma a la tendencia de álbumes larguísimos, pero por fortuna, la artista también sabe jugar con sorpresas como samples y covers… aunque unas cuantas canciones menos habrían estado bien. A lo largo del proyecto, Beyoncé y su equipo muestran la diversidad del country y las posibilidades que este género, a menudo muy cerrado, puede ofrecer como una alternativa al country dominante, resistente a la innovación. El único defecto es que como siempre, Beyoncé está tan perfectamente producida detrás de su burbuja impermeable y perfecta que nunca sentimos que nos acercamos a la persona detrás del perfecto personaje ficticio que representa en este octavo álbum, ni siquiera después de una hora y dieciocho minutos. El disco tiene una ambición musical colosal y desproporcionada. Y, sin embargo, Beyoncé asume todos los desafíos con una facilidad desconcertante. COWBOY CARTER tiene mucho (¡demasiado!) material para asimilar, y puede que sus fans fuera de su país natal queden un poco inmunes a los encantos del country. Aún así, se puede afirmar que el álbum es una obra inteligente y entretenida de una artista que consolida aún más su posición como una de las más relevante del pop contemporáneo. ¿Qué nos esperará en la última entrega de la trilogía? Muchos dicen que es la hora del rock and roll. Mientras tanto, nos relajamos un poco con este archivo vivo del pop y el country.

Escucha Cowboy Carter en su totalidad a continuación.

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