“¿Parecía gay?”, vivimos en una sociedad que aún se lo pregunta en un juicio por asesinato homófobo

En los últimos días, hemos estado atentos al juicio del caso de Samuel Luiz, el joven de 24 años originario de A Coruña, quien fue asesinado brutalmente a golpes a la salida de un pub el 3 de julio de 2021 por un grupo de hombres tras el grito de “¡Deja de grabar, a ver si te voy a matar, maricón!”. A Luiz lo mataron en un linchamiento colectivo y homófobo a la vista de todos, uno que lo dejó con hemorragias, traumatismo craneoencefálico, edema y muerte cerebral. Todo ello sumado a golpes y heridas por todo el cuerpo y derrames en los órganos del tórax. Simplemente porque a alguien le pareció que “se veía gay”.
Si esto suena como una justificación estúpida, amoral y sin sentido como razón para perder la vida, pues uno de los acusados del caso, Diego Montaña, preguntó hace unos días a Ibrahima Diack (uno de los dos senegaleses que socorrió a Luiz en medio del ataque y que declaró en el juicio la semana pasada) si reconoció algún rasgo “homosexual” en Samuel. La respuesta del senegalés fue contundente: “No sé, es un ser humano igual que yo”. ¿Se justifica esta pregunta? Por un momento, nos parece que en vez del siglo XXI estamos en la Edad Media.
Estas preguntas no solo deshumanizan a las víctimas, sino que refuerzan la idea de que se puede juzgar la identidad de una persona a partir de estereotipos superficiales, en lugar de entender la complejidad de sus experiencias. La creencia de que alguien debe cumplir con ciertas apariencias o conductas para ser identificado como homosexual es un problema que persiste debido a estereotipos profundamente arraigados en sociedades patriarcales y homófobas. Los asesinos de Samuel Luiz asumieron que “parecía gay”, destacando una narrativa que equipara la apariencia con la orientación sexual.
La vestimenta o el comportamiento de una persona no definen su sexualidad, y esperar que alguien de la comunidad LGBTQI+ se ajuste a estereotipos visuales es limitante y dañino. Comentarios como “pero no te ves gay” refuerzan una masculinidad tóxica, que valora lo heteronormativo como superior. El caso de Samuel Luiz muestra cómo una cultura machista influye en la percepción de género y sexualidad: cuestionar si un joven asesinado tenía “rasgos homosexuales” no solo trivializa su vida, sino que perpetúa estereotipos dañinos asociados a la masculinidad y la heterosexualidad.
La masculinidad tóxica, sin importar su origen, contribuye a un entorno donde la violencia contra quienes son percibidos como diferentes se normaliza, llevando a tragedias como el asesinato de Samuel Luiz. Este marco patriarcal castiga a quienes no se ajustan a roles de género tradicionales, creando un ambiente hostil especialmente para hombres homosexuales que se perciben como amenazas a la masculinidad convencional. No se necesita cumplir estereotipos para ser parte de la comunidad LGBTQI+. La libertad de expresión personal no debe ser motivo de discriminación, violencia ni muerte. Verte maricón no es un delito; el asesinato sí.
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