La ingestión de microplásticos por los peces ya es perjudicial, pero un nuevo análisis apunta a otros problemas de origen humano: Según un estudio publicado recientemente en la revista científica Science of the Total Environment, investigadores de la Fundación Oswaldo Cruz de Brasil han confirmado la presencia de trazas de cocaína y su principal metabolito, la benzoilecgonina, en al menos 13 tiburones picudos brasileños comprados a pescadores comerciales de Río de Janeiro. Esta es la primera vez que se detecta esta droga en tiburones salvajes.

Al igual que otros muchos contaminantes generados por el hombre, las drogas desechadas o perdidas durante el tráfico internacional ilegal suelen acabar en el océano, donde pueden envenenar a la fauna y contaminar los ecosistemas. El año pasado, por ejemplo, las autoridades recuperaron grandes fardos de cocaína flotando en las aguas de la costa neozelandesa. Pero aunque los investigadores ya habían estudiado los efectos del estimulante en animales como la anguila y el pez cebra, los expertos sabían muy poco sobre las interacciones de los tiburones con la droga.

Sin embargo, gracias a estos investigadores de Brasil, los biólogos marinos tienen una respuesta definitiva, aunque desafortunada: los tiburones están definitivamente expuestos a la cocaína abandonada si la encuentran en su hábitat natural. Entre 2021 y 2023, los investigadores compraron más de una docena de tiburones picudos brasileños a barcos pesqueros locales cerca de Río de Janeiro. Tras pesar y medir las muestras, el equipo realizó necropsias de los tejidos musculares y hepáticos. Los resultados fueron concluyentes: todos los tiburones dieron positivo en trazas de cocaína, con una media de 23 microgramos por ejemplar. Más concretamente, el 92% de las muestras de músculo y el 23% de las de hígado contenían benzoilecgonina, uno de los principales metabolitos de la droga.

Lo que resulta igualmente desconcertante es que, aunque los expertos disponen ahora de pruebas concretas de que los tiburones ingieren cocaína, todavía tienen que estudiar cómo puede interactuar su química con los peces. Sin embargo, los estudios anteriores sobre el pez cebra y la anguila demostraron que la cocaína alteraba su piel, perturbaba sus funciones hormonales y modificaba proteínas importantes de sus sistemas. Y como todos los problemas de contaminación ambiental, estos problemas no se quedan necesariamente en zonas concentradas: a menudo se extienden mucho más allá de sus puntos de origen.

“Aunque no se han establecido concentraciones máximas permitidas de cocaína o benzoilecgonina en los alimentos, estos resultados son indicativos de posibles riesgos para la salud humana, ya que los tiburones son muy consumidos en el estado de Río de Janeiro”, escriben los autores del estudio. “De hecho, se comen en todo el territorio brasileño y, de hecho, en todo el mundo”.

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