Lorde
Virgin

La música pop femenina de la última década podría caracterizarse, entre otras cosas, por haber reflejado todas esas cuestiones que trata la cuarta ola del feminismo como parte de las vivencias de las artistas que más hemos escuchado. Si pensamos en el audiovisual es inevitable recaer en Lena Dunham; en la literatura Sally Rooney, en el ámbito político Alexandria Ocasio-Cortez, o Miranda July en el arte multidisciplinar. Todas ellas, con sus aciertos y sus errores, han contribuido a entender mejor cuáles son esas cosas que determinan la experiencia de una mujer joven que se convierte en adulta en el siglo XXI. Y, en el aspecto musical, la artista que probablemente ha contribuido a esto desde un prisma más original y real es sin duda alguna Lorde. Con tan solo 17 años, la neozelandesa lanzó Pure Heroine, un disco que conquistó a público y crítica por la manifestación de un talento prometedor, con unas letras tremendamente literarias y una forma única de cantar. Si Melodrama, su segundo y consagrador disco fue la histeria luminosa del duelo amoroso, y Solar Power una escapada con aroma a incienso que muchos no quisieron seguir, VIRGIN es todo lo contrario: un regreso hacia dentro, hacia ese centro corporal donde viven el deseo, el miedo, la fertilidad, la disforia y la carne.
A la hora de hablar sobre VIRGIN, la artista declaraba en Tape Notes hace unos días que con este disco “intentaba crear un documental sobre su feminidad”. Y concretamente, hacía referencia a la canción GRWM, que según ella representa “la mujer que es, y la mujer que elige ser”. Y es que VIRGIN, después de un tercer disco muy interesante pero irregular y un poco en bajar forma (Solar Power, 2021), supone un retorno a esa Lorde que hace de la introspección un espectáculo, que narra su forma de ver el mundo de forma bruta con una rara pero enigmática expresión artística, y que con este disco se convierte en una de las voces musicales más importantes de nuestro momento.
El comienzo de todo esto se dio en Coachella, donde pudimos ver a Lorde actuar junto a Charli XCX con su remix de Girl, so confusing, una de las canciones y de los momentos más interesantes de ambas, y de la sororidad en la música pop. Al término, Charli la despedía del escenario diciendo Lorde Summer 2025. Y aquí estamos, con una presentación de tres singles impecables con muchísimas capas de significado. What was that fue el regreso oficial, y aunque algunos se quejaron de su falta de clímax, ese es precisamente el punto. No hay resolución. Es una ruptura que se evapora sin aviso, una canción escrita desde el hueco que deja el “casi”. Su estructura es anticlimática a propósito, como si no se atreviera a terminar. Como si el trauma necesitara quedarse un poco más, hay algo de enquistamiento en ella. Pero la frase I remember saying then ‘This is the best cigarette of my life’ representa a la perfección la naturaleza de Lorde; la artista se convierte en poesía, tan potente de la experiencia de la juventud.
En Man of the Year, Lorde se arrastra en la tierra como parte de un ritual donde ser mujer y ser hombre son momentos, no categorías finitas. How I hope that I’m remembered, my / Gold chain, my shoulders, my face in the light canta, haciendo alusión a lo que muchos fans han entendido como no binarismo, pero que quizás también se deja ver una reflexión sobre la resistencia que supone ser mujer en 2025. Un gesto sin duda, provocador; en el video la artista se cubre el pecho con cinta aislante dejando lugar a interpretaciones. Y el tercer single, Hammer, es otro bombazo donde la tensión se mantiene de forma hipnotizante, de la misma forma que suenan esos sintetizadores tan extendidos a lo largo de VIRGIN: duros y dramáticos. En el estribillo nos dice I’m ready to feel like I don’t have thе answers / There’s pеace in the madness over our heads. Let it carry me u-u-u-u-up. El escritor y poeta Juanpe Sánchez López hace en Superemocional: Una defensa del amor (Continta me tienes, 2023) una fantástica articulación del lenguaje y el uso de onomatopeyas de Lorde en su obra. En el álbum se manifiesta alimentando el estilo de la neozelandesa y casi como un idioma propio que, combinado con un video liberador en el que la artista se presenta como un cachorro que descubre el mundo por primera vez, da sentido a lo que ella misma ha catalogado como una oda a “la vida en la ciudad, y de la excitación sexual”
A veces hace falta desnudarse para volver a empezar. No con glamour, ni filtros, ni luces estratégicas. Desnudarse de verdad: piel abierta, voz raspada, síntesis brutal de pasado, cuerpo y presente. VIRGIN, el cuarto álbum de Lorde, no es un disco: es un reinicio, un bucle de ansiedad sonoro, una confesión sin maquillaje que se planta frente a lo que duele… y lo nombra sin rodeos. En el disco la artista se resiste a ser domesticada por el pop; no busca hits, busca órganos. Los sintetizadores —co-producidos junto a Jim-E Stack, Dev Hynes y Dan Nigro— no brillan: laten. Se arrastran, supuran, a veces se agitan como si tuviesen fiebre.
Lo que nos presenta VIRGIN es una espectacular colección de canciones que según se revelan en cada escucha se muestran de forma distinta; cada estrato de la producción es un zoom más profundo. Clearblue es un track a cappella con autotune filtrado (que referencia claramente a Hide & Seek de Imogen Heap), una de las piezas más radicales del disco; una confesión 2.0 que recibe el nombre de un test de embarazo. Es el tipo de gesto que recuerda a Tracey Emin, a Sheila Heti, a todas esas mujeres artistas que decidieron no cuidar la forma para poder cuidar la verdad, y Lorde comienza cantando: After the ecstasy, testing for pregnancy, praying in MP3 I’m scared to let you see into the whole machine, leave it all on the field. En ese sentido, VIRGIN es el anti-pop más pop que Lorde ha hecho. No se esconde detrás de la elipsis, no teme decir acne, duct tape, undergarments. Hay una poética del malestar físico que impregna todo: en Broken Glass, que atraviesa temas de trastornos alimenticios, la base rítmica se siente como una clase de cardio. Pero hay algo más: este es un disco sobre cómo el cuerpo y la mente se reconectan cuando uno para de luchar contra ellos. Durante su gira de Solar Power, Lorde tocó fondo. Trastornos alimenticios, ansiedad, piel rota, vergüenza escénica que arrastraba desde los cinco años. Y entonces apareció la terapia asistida con MDMA, la psilocibina, la idea de sanar a través del quiebre, no a pesar de él. Esos procesos se sienten en dos brutales canciones como Favourite Daughter, donde le canta a su madre desde la ternura y el temblor (Cause I’m an actress, all of the medals I won for ya / Breaking my back just to be your favourite daughter); o la que ya es favorita de los fans, Shapeshifter, un himno reflexivo en torno a la fluidez identitaria que rehúye la heroicidad queer para instalarse en los grises de una forma inmaterialista, donde todo es más complejo pero también más cierto (Everyone that I’ve slept with All the pairs of hands, I’m reckless If I’m fine without it, why can’t I stop?).
Current Affairs samplea dancehall y menciona la ropa interior como territorio político; es una de las mejores canciones del año, y contiene imágenes tan viscerales como My bed is on fire / Mama, I’m so scared / Don’t know how to come back / Once I get out on the edge / He spit in my mouth like / He’s sayin’ a prayer. David cierra el disco como un suspiro largo, tal vez demasiado leve para quienes esperan fuegos artificiales, pero necesario como último hilo de conciencia antes de apagarse, y con un statement muy claro: I don’t belong to anyone, ooh / I made you God ‘cause it was all / That I knew how to do.Lo más radical de VIRGIN no es su sonido —que por momentos recuerda a Frank Ocean, por otros a James Blake con temperatura corporal— sino su insistencia en no maquillar el proceso de transformación. Hay días en los que Lorde es mujer. Otros, no. Hay hambre, deseo, incomodidad y renuncia. Hay realidad. La misma que percibimos hace 12 años al escuchar Royals por primera vez, o cuando la vimos recrear un karaoke en directo para presentar Green Light en los BBMA’s de 2017. O como cuando hizo de uno de los mejores y más sentidos homenajes que jamás se le ha hecho a David Bowie, interpretando Life on Mars en los BRIT Awards de 2016. Por eso VIRGIN es un ya un éxito; por el crecimiento que ha supuesto para la artista, por haber batallado las adversidades, y por no tener miedo a mostrarse con su rareza y su particular propuesta musical. Hay un encuentro entre acordes y beats que fluye como la seda, algo intrínseco en el core de Lorde. Un paso más en la carrera de una de las artistas que más ha contribuido a expandir el imaginario de la música pop, y que con VIRGIN planea con hechura sobre una visión curiosa del difícil mundo que se nos está quedando, y que se nos hace más bonito y emocionante con la compañía de sus canciones.
Escucha Virgin en su totalidad a continuación.
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