El regreso de los migrantes haitianos a su país: ¿plan humanitario o vergüenza nacional?

El pasado miércoles 7 de septiembre, partió de Chile un primer avión que llevaba consigo 160 ciudadanos haitianos que abandonaron el país como parte del plan de “retorno humanitario” implementado por el Gobierno. Luego de numerosas solicitudes hechas por diversas organizaciones migrantes haitianos, quienes durante su período de estadía en el país y en busca de un futuro mejor no pudieron superar sus precarias condiciones de vida en el país ni contar con un trabajo estable, decidieron volver a su país.
Luego de un registro gratuito, hubo más de mil haitianos inscritos para regresar a su país, con la promesa de no ingresar al territorio chileno en los próximos nueve años. Y luego de numerosos incidentes xenófobos y racistas experimentados en Chile, es bastante posible que la mayoría de ellos no tenga problemas en mantenerse alejados de Chile.
Desde entonces, este plan retorno ha sido calificado como “el vuelo de la vergüenza nacional“, pues es la demostración de que gran parte de Chile no tuvo la intención de darles la bienvenida. Fueron tratados como personas no gratas, contaron con poca inclusión social, cultural y económica, y al final, estos haitianos decidieron que lo último que les quedaba era la dignidad de recoger sus pocas pertenencias y regresar. El día de ayer, el director de América Solidaria, Benito Baranda, incluso hizo una dura crítica a la “ayuda humanitaria” que llevará de vuelta a los haitianos a su país.
“Estas personas experimentaron tales barreras para lograr su inclusión, tanta adversidad y violación a sus derechos, que se les hizo por momentos la vida tan insoportable, que no les quedó más remedio que retornar”.
Una historia de clasismo y xenofobia
Según Baranda, Chile es nación “históricamente clasista y xenófoba” en la que las personas están acostumbradas de tratar de manera desigual a los demás de acuerdo a sus orígenes económicos, sociales y étnicos, tal como lo reflejan diversas investigaciones realizadas en los últimos años, como la hecha a principios del 2017 por la Fundación Nuevas Contingencias Sociales, en la que se descubrió que un 41% de los migrantes encuestados declaró haber sufrido discriminación “sin motivo aparente”, con hincapié en comentarios acerca de que “vienen a quitar el trabajo”, y señalamientos de que son delincuentes o por el color de su piel.
Este año, el Instituto Nacional de Derechos Humanos hizo su propio estudio sobre las percepciones de la población chilena acerca de inmigrantes y pueblos indígenas, en donde queda demostrado cómo la discriminación racial se está manifestando y está siendo aceptada y peligrosamente normalizada en Chile. Para el informe, el INDH encuestó a 2.047 personas, hombres y mujeres mayores de 14 años, residentes en todas las regiones del país. ¿Los resultados? La mayoría de los chilenos se ven a sí mismos “más blancos y menos sucios”, y acusan a los inmigrantes de ser personas “desaseadas”.
En su columna publicada en El Mostrador, Baranda aseguró que “el trato que les damos a las personas provenientes de Haití es, a mi parecer, la expresión más dolorosa de la profunda indignidad que ponemos en nuestra mirada hacia los demás”.
Empatía, migración, crisis
https://www.youtube.com/watch?v=qzxM7Rl5yHs
Tristemente, el caso de los haitianos no es el único: en los últimos meses más de 9.000 venezolanos se han planteado hacer lo mismo con el plan “Vuelta a la Patria”, impulsado por el gobierno de Nicolás Maduro. Con vuelos “humanitarios”, miles de venezolanos emigrantes han regresado a su país desde países como Perú, Ecuador, Panamá, Brasil, Argentina, República Dominicana y Chile, luego de no haberse podido establecerse económicamente y experimentar episodios de xenofobia, racismo y discriminación similares a los de los haitianos.
¿La única diferencia? Mientras el gobierno venezolano afirma que los vuelos humanitarios son “una victoria” por la vuelta de sus ciudadanos, quienes según el ejecutivo han sido “engañados” por las redes sociales y los medios de comunicación sobre la crisis que enfrenta Venezuela, sumando más leña al fuego de la propaganda, Chile parece ser el único país de la región en donde sectores civiles ven la partida de los inmigrantes como un fracaso, tal como dice Baranda.
“Esto nos habla nuevamente de la pobreza ética de una nación: ni toda la riqueza acumulada en el IPC ni los recirsos naturales que sobreabundan, ni siquiera los índices educacionales y de salud que mejoran podrán revertir esta clara percepción de un evidente espacio de inhumanidad e involución”.
Mucho hemos hablado de la situación de los refugiados en toda Europa, y de hace un tiempo para acá, parece que todo el continente americano se enfrenta a una situación migratoria similar. En el Día Mundial de la Amabilidad, ¿estamos dispuestos realmente a extenderle la mano al prójimo? ¿Nos hemos puesto en sus zapatos alguna vez? ¿Los hemos tratado como nos gustaría ser tratados si fuésemos inmigrantes en otro país? Todas son preguntas válidas y crudas, y unas que podremos hacernos en las próximas semanas mientras el resto de los “vuelos de la vergüenza” siguen saliendo de Chile, con todos aquellos que fueron víctimas de nuestra ausencia colectiva de solidaridad cuando la población más vulnerable de América Latina nos necesitaba.
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