Como todos sabemos, en los últimos años drogas como el LSD y la psilocibina están utilizándose más y más por la medicina como alternativas a medicamentos tradicionales para tratar la salud mental, y una de las más usadas está siendo la ketamina, que incluso se ha convertido en una terapia psicodélica de moda en lugares como Estados Unidos, donde clínicas con fines de lucro y servicios de telesalud ofrecen el medicamento como tratamiento para el dolor, la depresión, la ansiedad y otras afecciones. El medicamento genérico puede adquirirse a bajo precio y ser recetado por la mayoría de los médicos y algunas enfermeras, independientemente de su formación.

Un nuevo reportaje de AP publicado esta semana destaca que aunque solo existen investigaciones limitadas sobre la efectividad de la ketamina contra el dolor, se está recetando sin problema, y algunos expertos temen que se puedan repetir los errores que dieron origen a la crisis de opioides: recetar en exceso un medicamento cuestionable que conlleva importantes riesgos de seguridad y abuso. “Hay escasez de opciones para el dolor, por lo que hay una tendencia a elegir simplemente lo siguiente que pueda marcar la diferencia”, dijo la Dra. Padma Gulur, especialista en dolor de la Universidad de Duke que está estudiando el uso de la ketamina. “Una revista médica publicará algunos artículos que dicen: ‘Oh, mira, esto está haciendo cosas buenas’, y luego se produce un uso desenfrenado para usos no autorizados, sin que haya necesariamente la ciencia detrás de ello”.

Según Gulur, cuando ella y sus colegas rastrearon a 300 pacientes que recibían ketamina en Duke, más de un tercio informaron efectos secundarios importantes que requirieron atención profesional, como alucinaciones, pensamientos inquietantes y alteraciones visuales. Además, el uso de ketamina no resultó en tasas más bajas de prescripción de opioides en los meses posteriores al tratamiento, un objetivo común de la terapia. Esta investigación está bajo revisión para su publicación en una revista médica en las próximas semanas.

Sin embargo, pese a que hay pacientes que han experimentado alucinaciones y otros efectos, están dispuestos a pasar por eso a cambio de eliminar el dolor. Daniel Bass, de Southgate, Kentucky, fue recetado infusiones intravenosas de ketamina de cuatro a seis horas para el dolor relacionado con un raro trastorno óseo y articular. Aunque dice que se sintió como “una rata de laboratorio”, afirma que “no importa cuán horrible sea una experiencia, si me permite ser más funcional, lo haré”, dijo Bass. La ketamina funciona llegando a un mensajero químico del cerebro llamado glutamato, que se cree que desempeña un papel tanto en el dolor como en la depresión. No está claro si la experiencia psicodélica es parte del efecto terapéutico de la droga, aunque algunos profesionales la consideran esencial: las recetas de ketamina se han disparado más de un 500% desde 2017, según Epic Research, y cada año, el dolor fue la afección número uno para la que se recetó ketamina, aunque las prescripciones para la depresión también han aumentado rápidamente.

Si bien la ciencia detrás de la ketamina es confusa, el modelo de negocio es claro: los médicos pueden comprar ketamina por menos de USD $100 el vial y cobrar entre USD $500 y USD $1.500 dólares por infusión, lo que hace del panorama actual un “salvaje oeste”, de acuerdo con el Dr. Samuel Wilkinson, psiquiatra de la Universidad de Yale que receta tanto Spravato como ketamina para la depresión. El mes pasado, la FDA advirtió a médicos y pacientes contra las versiones compuestas de ketamina, incluidas pastillas y pastillas, diciendo que la agencia no regula su contenido y no puede garantizar su seguridad, pero por ahora, los expertos dicen que es poco probable que los reguladores vayan más allá de sus recientes advertencias sobre la ketamina no autorizada, así que queda de parte de los pacientes prestar atención y cuidar su propia salud en un momento de regulación turbia.

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