El lunes 20 de enero, Donald Trump se juramentó en su cargo como 47º presidente de Estados Unidos. En su primer día en el cargo, Trump firmó casi 100 órdenes ejecutivas, varias de ellas dirigidas a los derechos LGBTQI+, especialmente los de las personas trans y no binarias.

Una de sus directivas, titulada “Defender a las mujeres del extremismo de la ideología de género y restaurar la verdad biológica en el Gobierno federal”, define el sexo como estrictamente masculino o femenino y basado en la “realidad biológica inmutable del sexo” al nacer. La orden declara de hecho que las personas trans y no binarias simplemente no existen.

Una orden de este tipo tiene consecuencias de gran alcance, ya que obliga a las agencias federales a reescribir sus políticas y eliminar las referencias a la identidad de género, y exige que los documentos de identidad emitidos por el gobierno, incluidos los pasaportes, reflejen únicamente el sexo asignado a las personas al nacer. 

Como si eso fuera poco, la orden rescinde la financiación federal de la asistencia sanitaria para la afirmación de la identidad de género. 

Trump también revocó la orden del ex presidente Joe Biden que revocaba la prohibición impuesta a las personas trans de servir en el ejército. También anuló la Orden Ejecutiva 14075 de Biden, que establecía protecciones para los estadounidenses LGBTQI+, ampliando el acceso a la atención de afirmación de género, prohibiendo la terapia de conversión y garantizando entornos seguros para los jóvenes LGBTQI+ en escuelas, hogares de acogida y refugios. Parece que la realidad de las personas LGBTQI+ bajo el gobierno de Trump será complicada, tal y como lo esperábamos.

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